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Sobre “Dilemas éticos de la transformación digital” se refiere Roberto Pizarro, de la Especialidad Industrial, en entrevista en CNN

Sobre “Dilemas éticos de la transformación digital” se refiere Roberto Pizarro, de la Especialidad Industrial, en entrevista en CNN

El pasado 19 de agosto, CNN Chile emitió una entrevista a Roberto Pizarro Contreras, socio de la Especialidad Industrial, quien conversó con la periodista Paloma Ávila.

En la oportunidad, Ávila, especializada en temas de divulgación científica, centró la conversación en torno a los riesgos de la transformación digital de la sociedad, de cómo esta podría crear un nuevo tipo de ciudadano, acaso un nuevo ser humano.

Roberto Pizarro, ingeniero, editor del Newsletter de la Especialidad Industrial, magíster en filosofía e investigador sobre inteligencia artificial (IA), explicó que si bien la transformación digital ofrece enormes beneficios, implica también importantes transformaciones sobre lo humano y, por lo tanto, una serie de precauciones a considerar. “La tecnología (o ‘técnica’, si quieres llamarle así) ha estado siempre aparejada a la humanidad; desde el descubrimiento del fuego, pasando por la fabricación industrial de tenedores; pero ahora mismo ha alcanzado un nuevo estadio o fase inteligente. La inteligencia artificial no es otra cosa que una expresión o forma posible de la inteligencia emergente de la técnica planetaria”, señaló.

Junto con invitar a mirar el problema de una manera no local (“privacidad de datos” o “beneficios en la salud de las personas”, por ejemplo), sino en sus efectos globales sobre lo humano, el ingeniero advirtió que las tecnologías digitales - cognitivas están edificando un “régimen de verdad” que nos conmina a actuar: “Antes decíamos que las cosas debían hacerse porque las decía el rey o Dios. Pero ahora decimos que deben hacerse, porque ‘el sistema lo dice’. El sistema tiene la verdad. Y esta aparentemente inocente afirmación, que pareciera muy correcta por su naturaleza matemática, entraña el riesgo de que en el futuro ya no sea solo un smartphone el que nos diga cuándo debemos beber nuestra ración de agua o cuánto caminar para quemar X calorías, sino que una lógica artificial mucho más sutil nos conmine a muchas más cosas y en muchos más ámbitos sin darnos cuenta de que habremos perdido mucho en el ejercicio de nuestra autonomía”.

Ávila, sin embargo, preguntó si no había acaso cierta virtud en que lo técnico incidiera en la gestión de lo social, protegiéndonos del “descriterio” de algún político irreflexivo. Pizarro explicó que de lo que se trata no es de defender el poder político incluso si este adquiere la forma de un maquiavelismo, sino el papel de la voluntad de cada mujer y hombre para construirse a sí mismo en nuestra civilización humanista-científica. Esto no es arbitrario, aseveró, pues la sofisticación de las organizaciones habría hecho posible que el trabajo dependiera cada vez más de procedimientos, reglas metodológicas e indicadores (KPI’s) que orientan irrevocablemente la actividad de ingenieros y técnicos, dejándoles cada vez menos margen de acción, de creación y, en fin, de auténtico ingenio. “Es más fácil hacer que rehacer, pregúntaselo a cualquier ingeniero que está sometido a diario al vértigo de la operación y que basa toda su labor en tales y cuales metodologías o estándares. Visto seriamente, los ingenieros ‘ingeniamos’ en aspectos bien acotados de la realidad y más bien son las lógicas por las cuales nos regimos las que tienen efectos de largo alcance. Esto, qué duda cabe, plantea un reto milenario a los agentes de la técnica. El día que la maquinaria [la infraestructura tecnológica de la sociedad] sea lo suficientemente flexible para que los ingenieros la miremos en perspectiva, la critiquemos, la detengamos y podamos operar en ella cambios significativos en tiempo real y sin poner en riesgo nuestra supervivencia, mitigando así muchas amenazas civilizatorias (el riesgo medioambiental, por ejemplo), entonces habremos evolucionado a ingenieros de segundo orden. Una suerte de ‘meta-ingenieros’, si quieres llamarlo así”, reflexiona Pizarro a propósito de la entrevista.

Preguntado sobre la posición ética que le cabe a la ciencia y la tecnología, Pizarro defendió la idea de que los ingenieros y técnicos deben hacerse el espacio para pensar la tecnología y sobre todo su profesión: “No puede ser que desarrollemos sistemas tecnológicos pensando solo en sus corolarios positivos (o teniendo en mente la urgencia de cumplir una meta laboral), sin ningún sentido de crítica. Estamos todo el día encerrados en nuestras empresas, pero debemos hacer frente a ese desgaste cognitivo y recuperar la autonomía en el pensar”. Para él esto forma parte de la dignidad y de los imperativos de lo que en términos humanísticos se llamaría una “deontología” o ética de los deberes de todo ingeniero. De hecho, es del máximo cuidado si se piensa que ya hay quienes están pensando en una religiosidad tecnológica, como es el caso de Anthony Levandowski, ex superejecutivo de Uber y Google, quien ha fundado una iglesia de la inteligencia artificial. “Ni hablar de las tentativas de la firma neurotecnológica de Elon Musk. Me refiero a Neuralink. Ellos aspiran a una supresión de la oralidad a partir de la lectura y estandarización de las mecánicas cerebrales en la búsqueda de una optimización que equipare lo humano a la eficiencia robótica. ¿Le gustaría a alguien que su tataranieto en un futuro distante, en lugar de preguntarle si está feliz o triste a su padre, se le quedara estático mirando y sin hacer ningún gesto calculara fríamente la condición de su progenitor a partir de un proceso de escaneado biométrico de este? El asunto es fuerte si lo piensas”, precisa.

Por último, indicó que una ingeniería da señales de su bondad hacia lo humano cuando sabe enlazarse con el resto de la sociedad civil. “Sería muy bonito que en el futuro ingenieros y estetas, por ejemplo, establecieran una relación manifiesta. El mundo estético puede hacer mucho en esta cuestión [la reflexión de lo tecnológico], porque tiene un poder de difusión enorme. Imagínate un actor, rapero o reggaetonero basando sus temas en la bondad o amenaza del fenómeno de la técnica. Novelas y obras de teatro cyborgs ya existen, es cierto, pero imagínatelas inspiradas desde el saber técnico, desde un diálogo entre ingenieros, filósofos, humanistas y/o estetas. ¡Sería potentísimo el poder de reflexión civil, y los ingenieros y técnicos dispondríamos de muchísimo material para potenciar nuestro pensar!”, concluyó.