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El Terremoto Magno: Mentor del desarrollo de la ingeniería sismorresistente, columna de Tomás Guendelman

El 13 de mayo de 1647, a las 22:30 horas, se produjo uno de los más grandes y destructivos sismos que han afectado a la ciudad de Santiago: el Terremoto Magno.

Centenares de víctimas fatales y masiva destrucción fueron sus consecuencias inmediatas. Cerca de 200 segundos de duración que podrían hoy ser conmemorados, no recordados, porque naturalmente no hay testigos vivos de ese evento. Sin embargo, lo que efectivamente se realiza, es la celebración los 14 de mayo de cada año, día que en 1647 se inició la reconstrucción de la ciudad, en conmemoración de ese día, el Colegio de Ingenieros solicitó al gobierno de la época que fuera establecido como “El Día de la Ingeniería”.

Pero el Terremoto Magno no sólo despertó la solidaridad nacional, sino también tuvo un efecto notable en el mundo científico y tecnológico internacional, debido a que Chile, auténtico “laboratorio sísmico natural”, es fuente de aprendizaje de los procesos sismogénicos como también de inspiración hacia un diseño de las estructuras que se caracterizan por su buen desempeño, con mínimas pérdidas materiales y humanas en sismo de severidad extrema. Estos resultados se sitúan muy por debajo de lo que indican las estadísticas de países de alta vulnerabilidad sísmica.

A la fecha, el país exhibe la más alta sismicidad mundial en términos del número de eventos importantes y de la energía liberada. Destaca especialmente el terremoto de Valdivia de 1960, que liberó una energía equivalente al 25% del total en el planeta en todo el siglo XX.

Los principales efectos del exitoso comportamiento de los edificios chilenos se sustentan en la filosofía de diseño que ha estado presente en la norma sísmica NCh433, en sus diversas versiones, la que define que, para un sismo moderado, no deben producirse daños estructurales; para un sismo fuerte, debe haber una incursión moderada en el rango plástico y la estructura debe ser recuperable; y para un sismo severo, no debe producirse colapso. Estas concepciones estructurales son consecuencia de diseños que cuentan con una alta densidad de muros de rigidez en todos los pisos, simetría resistente y reducida respuesta torsional.

Es importante reconocer que así como los desastres inspiran comportamientos responsables hacia adelante, los éxitos suelen provocar irresponsables conductas propias del “triunfalismo”. El terremoto de Chillán de 1939 volvió a causar graves daños materiales y miles de víctimas humanas. Se había olvidado que las lecciones que nacieron en 1647 y que se repitieron muchas veces después, se pueden olvidar, sea por irresponsabilidad o por el alejamiento de las buenas prácticas.

El profesor Rodrigo Flores destacaba que las construcciones más seguras en el país fueron las materializadas entre 1940 y 1950, atribuyendo al fresco recuerdo del terremoto de Chillán la responsabilidad más importante de este fenómeno. Fue el terremoto de 1960 el que repitió experiencias desastrosas y estimuló la creación de la Asociación Chilena de Sismología e Ingeniería Antisísmica, ACHISINA, institución vigente y de alto reconocimiento mundial.

Uno de los primeros productos de ACHISINA fue la publicación de la norma sísmica provisoria NCh433 de 1968, que fuera oficializada en 1972 y que es considerada como la primera norma sísmica de Chile y una de las primeras en el mundo, en incorporar conceptos modernos de diseño antisísmico. Esta norma se ha ido actualizando, aproximadamente cada 10 años, hasta llegar a estos días en que una nueva versión está pronta a ser oficializada.

Paralelamente, hace más de treinta años, surgió la norma sísmica NCh2369 para instalaciones industriales, promovida por el igualmente destacado profesor Elías Arze. La actualización de esta norma también se encuentra en etapas finales para ser oficializada.

Pero no sólo se confeccionaron normas de análisis y de diseño de edificios propiamente tales, sino también de elementos secundarios y normas complementarias para diseño de sistemas de aislación sísmica, acciones de viento, combinaciones de carga, normas individuales para el diseño de estructuras de hormigón armado, acero, madera, entre otros. En pocas palabras, lo que surgió a raíz del terremoto Magno se ha amplificado al mundo del amplio espectro que involucra a obras materiales susceptibles de tener que permanecer operativas después de un terremoto severo.

Es justo entonces decir que el día siguiente al del terremoto Magno merece ser conmemorado porque, sin duda, ha sido el mentor del comienzo del desarrollo de la ingeniería chilena sismorresistente, cuyo prestigio se extiende ampliamente más allá de los límites territoriales.

Tomás Guendelman Bedrack
Expresidente del Instituto de Ingenieros de Chile.
Premio Nacional Colegio de Ingenieros de Chile A.G. 2015