Infraestructura para la gestión sustentable de los recursos hídricos en Chile, columna de Julio Burgos, ingeniero de la Comisión de Infraestructura Pública
Autor: Julio Burgos Arratía.
Comisión de Infraestructura Pública del Colegio de Ingenieros de Chile.
Las realidades territoriales de nuestro país son muy diversas, Chile tiene zonas de extrema escasez en el norte (la escorrentía apenas supera los 500 m 3 /persona/año), y otras con niveles de disponibilidad de los más altos del mundo, como la Región de Aysén, donde la escorrentía llega a más de 2.950.000 m 3 /persona/año. En promedio, la escorrentía por persona en nuestro país alcanza los 51.218 m 3 /persona/año, más de 7 veces superior al promedio mundial de 6.600 m 3 /persona/año, y muy superior al límite de 2.000 m 3 /persona/año considerado umbral para el desarrollo sostenible (Banco Mundial, 2010).
El consumo de agua para en Chile representa en torno al 2% de la disponibilidad, considerando la escorrentía media disponible. Si bien el valor es bajo, la enorme disparidad territorial en la oferta hídrica implica que al menos 7 regiones del país, donde vive la mayor parte de la población y donde se produce gran parte del PIB en Chile tienen un alto nivel de estrés hídrico, lo que genera este contra sentido de tener muchos recursos, pero ubicados en lugares que los hace poco accesibles a la mayoría de la población.
De los usos consuntivos el 72 % lo utiliza el sector agropecuario, el consumo de agua por parte de la población alcanza el 12%, el sector industrial un 7% y el sector minero y eléctrico llegan en torno al 4% (DGA 2017). Hace décadas existe consenso mundial en que la unidad territorial óptima para realizar la gestión de los recursos hídricos sostenible es la cuenca hidrográfica. Esto se debe a que las características físicas del agua generan en ese ámbito territorial un grado alto de interdependencia entre usos y usuarios, donde se pueden ver y medir los efectos de las intervenciones en el ciclo del agua, y donde se puede tener mayor control de dichas intervenciones.
En Chile, se reconoce un total de 101 cuencas hidrográficas, que están repartidas en los 756.102 km 2 de territorio nacional. Cada cuenca posee sus propias características hidrológicas, hidrogeológicas, ambientales, así como económicas, sociales y culturales Cuando se habla de gestión del agua, en todo su ciclo natural, se considera una gestión a partir de sus fuentes y en todos sus estados (sólido, líquido y gaseoso). Es decir, incluye, la protección, restauración y monitoreo de todos los elementos del ciclo natural del agua, como los ríos, cauces, suelos, acuíferos, glaciares, bosques, etc. En este ciclo, una pequeña parte no es natural, sino que antrópico, y su gestión se refiere al agua una vez que es extraída de la fuente, la que se usa en los procesos productivos, tratada, almacenada, distribuida, utilizada, y en algunos casos devuelta o vertida al sistema natural.
Por ende, un aspecto fundamental para dar sostenibilidad a la gestión del agua es fundamental desarrollar el concepto de un manejo integrado de Cuenca y para ello es importante crear Organismos de Cuenca. Chile es único país de la OCDE, que no cuenta con Organismos de Cuenca para la gestión de los recursos hídricos del País y unos de los pocos a nivel mundial.
Esta gestión, desde los futuros Organismos de Cuenca, debe tener en cuenta las distintas dimensiones de la actividad humana, así como las necesidades de adaptación y mitigación del cambio climático, debe Promover el desarrollo y gestión coordinada del agua y los recursos relacionados, con el objetivo de maximizar el bienestar económico y social sin comprometer la sustentabilidad, esto en concordancia con los objetivos del Desarrollo Sustentable (ODS) de Naciones Unidas. Lo que se debe plasmar en un PLAN DE MANEJO INTEGRADO DE CUENCA debe dar las pautas para establecer un Plan de inversión en infraestructura para la Cuenca, que dependiendo de las características de esta podría considerar lo siguiente:
1. Infraestructura para asegurar el acceso al agua potable y saneamiento, para toda la
población.
2. Infraestructura para el mejoramiento de la Calidad de Agua en las fuentes naturales de agua.
3. Infraestructura para el monitoreo, captación y distribución de las aguas desde la fuente natural.
4. Infraestructura para el mejoramiento de la eficiencia en el uso del agua (eficiencias de aplicación y distribución del agua captada desde los cauces naturales).
5. Infraestructura para la regulación de las aguas disponibles de la Cuenca. Tales como Embalses Mayores y menores, implementación de zonas filtrantes para usar el acuífero como “embalse subterráneo”.
6. Infraestructura para mitigar fenómenos hidrometeorológicos extremos, desarrollo de defensas fluviales y manejo de aguas lluvias.
7. Infraestructura para el aprovechamiento de nuevas tecnologías.
8. Infraestructura para mitigar el cambio climático.
Otro aspecto que puede cautelar el Organismo de Cuenca es que el desarrollo de la infraestructura tenga un uso o aprovechamiento múltiple, por ejemplo, los embalses pueden ser utilizados como elementos que mitiguen fenómenos hidrometeorológicos extremos, acumulación de aguas para consumo humano o agropecuario, generación de energía y/o uso turístico y recreación.
Además, es este Organismo de Cuenca, debe velar por resolver los conflictos por el uso del recurso (variable y finito) del agua en el marco de la legislación vigente, respecto a los derechos de agua cuando sea pertinente.
Finalmente, este es un proceso que probablemente tome varios años y en el camino se deben seguir desarrollando las infraestructuras hidráulicas necesaria para la futura gestión desde la cuenca y no esperar que se constituya como tal, ya que puede ser tarde para actuar.