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Regulación de los recursos hídricos superficiales en Chile, una necesidad país.

Autor:
Comisión de Infraestructura Pública, Colegio de Ingenieros de Chile A.G)

A partir de los eventos climáticos extremos vividos durante este periodo invernal en el centro sur de Chile, surgieron opiniones encontradas, sobre la necesidad de contar con grandes obras hidráulicas como embalses, para algunos, tecnología obsoleta, para otros una necesidad apremiante.

La Comisión de Infraestructura Pública del Colegio de Ingenieros plantea, que considerando que gran parte de las reservas hídricas de Chile están en el sector austral del País, mientas no se desarrolle tecnología o infraestructura que permita el traslado a gran distancia de agua, la principal herramienta para abordar la crisis hídrica, es una mejor gestión de este recurso y en este contexto, una herramienta poderosa de esta gestión, es la regulación de los cursos hídricos superficiales.

Chile, considerando el recién inaugurado embalse Chironta, tiene 27 grandes obras con una capacidad cercana a los 13.000 millones de m3 , que es una fracción muy pequeña del total volumen del escurrimiento que se generan en las distintas cuencas del país y muy pocas de estas cuencas tiene estructuras que permitan algún nivel de regulación, por ello, no es posible afirmar que Chile no necesita de grandes obras hidráulicas que regulen flujos hídricos superficiales.

Al contrario, la planificación conocida de la cartera de futuros embalses tiene un costo en torno a los 6.000 millones de dólares y solo aumenta en un 22% la capacidad instalada y al ritmo de construcción actual, la ejecución de esta cartera probablemente tome más de un siglo, lo que parece una muy modesta contribución, para la envergadura del problema.

Resulta paradójico pensar que un Chile mucho más pobre que el de hoy, haya sido capaz de invertir en grandes obras hidráulicas, de manera más decidida que el Chile actual. En los 47 años que van 1930 a 1975 se construyeron 17 grandes obras (una cada 2.6 años), en los 48 años siguientes (1976-2023), solo se construyeron 8 (una cada 5.9 años).

Cuando se habla de gestión del agua, en un contexto de estrés hídrico y cambio climático, se requiere necesariamente desarrollar obras de infraestructura, que puedan aportar en términos de la oportunidad y territorialidad del agua. Es una realidad incuestionable, que muchas áreas deficitarias no tienen el recurso en el lugar o en la temporalidad necesaria, para los fines que se requieran, ya sea para las necesidades básicas o productivas.

La Comisión de Infraestructura Pública del Colegio de Ingenieros de Chile, considera que el esfuerzo de desarrollar grandes, medianas y pequeñas obras de regulación del recurso hídrico superficial, debe ser un esfuerzo País y debe tener un impulso significativo en los próximos años.

Existen zonas de Chile en que el contraste que hay entre invierno y el verano es paradojal. Lo vimos hace unos días atrás, donde ríos que en verano traen poca o nada de agua, sus caudales escurrieron desbordados, causando anegamientos e inundaciones, así como destrucción de infraestructura pública y privada, que contrasta con estos mismos cauces, en una época estival, en extremo seca, con extensas áreas de agricultura de secano e incluso, con sistemas de abastecimiento de agua para consumo humano, con apoyo de camiones aljibes en esas zonas.

Por ende, es fundamental avanzar en el desarrollo de una política para el desarrollo de servicios de infraestructura, que permitan regular una mayor cantidad de agua, que aparte de mitigar las crecidas que tanto daño causan, nos permita almacenar en periodos de abundancia, para utilizarla en los meses de mayor demanda hídrica, no solo para satisfacer las necesidades básicas, sino también, para un desarrollo productivo sustentable en términos hídricos, generando un proceso de adaptación al cambio climático, incluso podrían ayudar a mantener flujos ecológicos, que permitan la sostenibilidad ambiental de ríos y esteros, cada vez más presionados con el cambio climático, especialmente en las zonas donde los recursos hídricos son cada vez más escasos.

En este contexto, los embalses constituyen un eje fundamental. El error está en pensar que su existencia, solo sirve a un determinado fin y no pensarlos y diseñarlos para un uso múltiple complementario y sinérgico, que va desde lo productivo (riego/energía/turismo), calidad de vida (Reservorios de agua para consumo humano/disminución de crecidas) o sostenibilidad ambiental (mantención de flujos mínimos en ecosistemas ribereños), que en su conjunto nos permita y posibilite la adaptación al cambio climático.

El desarrollo de grandes obras de infraestructura tiene hoy día mayores complejidades y tienen más variables que considerar, pero disponemos de mayores elementos científicos y tecnológicos para enfrentarlos. La infraestructura hídrica tiene un rezago evidente y requiere un enorme esfuerzo país, para tener estructuras resilientes y adaptadas al cambio climático.

Finalmente, no hay que perder de perspectiva, que el agua y la energía son una trenza indisoluble y el desarrollo de grandes embalses, así como tranques y acumuladores, también podrían ser usados como sistemas de almacenamiento de energía y respaldo, para los sistemas de energía renovables no convencionales, promoviendo aún más la generación de energía limpia en el país.

Todo lo anterior, se debe considerar como el contexto de una planificación integrada, coherente y validada a nivel de Cuencas, de manera que exista una sinergia positiva entre las distintas iniciativas.

La Comisión de Infraestructura Pública del Colegio de Ingenieros de Chile, considera que el esfuerzo de desarrollar grandes, medianas y pequeñas obras de regulación del recurso hídrico superficial, debe ser un esfuerzo País y debe tener un impulso significativo en los próximos años.