fbpx

Perfil: Gloria Milena Henríquez Díaz, primera mujer ingeniera y médico del Colegio de Ingenieros, según el capítulo escrito para el libro “Matilda y las Mujeres en Ingeniería en América Latina (parte 2)”, en coautoría de Gloria y Loreto Henríquez, y el presidente de la Comisión de Telecomunicaciones, Eduardo Costoya

Perfil: Gloria Milena Henríquez Díaz, primera mujer ingeniera y médico del Colegio de Ingenieros, según el capítulo escrito para el libro “Matilda y las Mujeres en Ingeniería en América Latina (parte 2)”, en coautoría de Gloria y Loreto Henríquez, y el presidente de la Comisión de Telecomunicaciones, Eduardo Costoya

Gloria Henríquez es actualmente la vicepresidenta de la Especialidad de Ingeniería Eléctrica, pero es también la primera mujer ingeniera y médico del Colegio de Ingenieros. Esta destacada profesional del mundo de la inteligencia artificial está marcando un nuevo paradigma en cuanto a la formación interdisciplinaria del Colegio. Gloria, no solo está abriendo el camino a nuevas vocaciones para ingresar a un gremio, mayoritariamente dominado por hombres, sino que está enseñando a sus colegas la construcción de un nuevo tipo de vocación.

A continuación, los invitamos a leer el texto que escribieron en coautoría; Gloria, Loreto y Eduardo, sobre la Dra.Ing. (PhD) para la publicación de un capítulo del libro Matilda y las Mujeres en Ingeniería en América Latina (parte 2)

Milena tiene un amante

La ambulancia pegó un barquinazo. No iba a gran velocidad, pero el mal estado del pavimento hizo que la sacudida fuera fuerte; la noche había estado relativamente calma: una típica bronquitis, un alza de presión y un par de casos más que se solucionaron rápidamente.

El barquinazo hizo que Milena abriera sus ojos que estaban semicerrados. El día había sido largo y la falta de sueño venía acumulada desde hace unos días. En la mortecina luz de la ambulancia trataba de estudiar electromagnetismo; a las 8:00 a.m. en el Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Santiago de Chile (USACH) tenía clases con el profesor Fideromo, un estupendo profesor que... ¡Un momento! ¿Electromagnetismo? ¿Qué tiene que ver electromagnetismo con una médica con seis años de ejercicio profesional? En sus labios se esbozó una sonrisa, su mente voló a la biblioteca de la universidad y le parecía escuchar a Edgardo, otro caso atípico en ese mundo universitario en una de sus frases: “La medicina es tu marido, pero la ingeniería es tu amante”. Con el primero te sientes cómoda, te gusta y te permite ganarte la vida, pero el segundo...te hace brillar los ojos, aligera tu paso y te hace respirar profundo.

En estos días la medicina tiene mucho que ver con ingeniería; no era así 100 o 200 años atrás. Era un arte, lo sigue siendo, pero junto con más comprensión de la física y química del cuerpo humano, de su biología y su relación con la mente, la medicina se ve cada vez más auxiliada por el vertiginoso progreso de la ciencia y la bioingeniería. Actualmente, las ciencias se encuentran en una etapa altamente creativa, por la necesidad y auge del trabajo de los equipos multidisciplinarios, por el surgimiento de nuevas disciplinas derivadas de las tradicionales, por la nueva tecnología desarrollada y por la existencia de sistemas más robustos que nos abren más posibilidades investigativas y resolutivas. Entonces, la decisión de Milena no era un capricho o sencillamente la curiosidad de incursionar en otros ámbitos. Había un camino y había un fin: desde la experiencia clínica aparecía la oportunidad de generar un nexo importante en la creación de redes entre los ingenieros que desarrollan la tecnología, y quienes serían los destinatarios finales de los implementos o sistemas producidos, comprendiendo también las repercusiones que estos avances podrían tener en la vida de los profesionales de la salud y los pacientes. Estos nuevos vínculos se hacían vitales en la identificación de necesidades y la producción de tecnologías que resulten eficientes en el tratamiento de ellas.

Milena ya vislumbraba que dichas tecnologías permitían la mundialización de los conocimientos, y una mayor cobertura de las prestaciones médicas, como en el caso de la telemedicina. Por lo mismo, era importante sortear los obstáculos para el desarrollo de ellas, sobre todo los problemas de recursos, como las limitantes físicas o técnicas además de las aplicaciones de los avances científicos que también forman parte del desequilibrio social o exclusión. En general, los 95 frutos de la ciencia están desigualmente distribuidos debido a las asimetrías estructurales que se conservan entre las distintas regiones y sus grupos sociales, y mientras los países más desarrollados avanzan en innovación, la gran mayoría no logra satisfacer las necesidades básicas de su población.

A los 17 años había comenzado a estudiar medicina, se tituló y comenzó su vida profesional como médica general en servicios de urgencia, atención primaria, e inclusive en la minería, a 4000m de altura, donde los medios de diagnóstico distaban mucho de lo que se podía encontrar en un centro médico de la Región Metropolitana o simplemente en una capital de región. Aquello que podría ser una dificultad, la obligaba a utilizar la parte del arte de la medicina y la acostumbró a ver, en la persona que era el paciente, más que sólo la enfermedad. Pero, a su vez, tomó conciencia de que la parte del arte tenía una limitación al faltar los implementos que confirmaban los diagnósticos y que permitían ver casos que no serían posibles sin auxilio de los frutos de la ingeniería. Entonces la pregunta surgió ¿por qué no estudiar ingeniería? ¿Y cuál ingeniería? ¿Cuál es la más estrechamente relacionada con la medicina? La respuesta era obvia: ingeniería eléctrica, pues el cuerpo funciona con un sistema electroquímico y el instrumental, los equipos de diagnóstico y tratamiento funcionan en su mayoría a base a electricidad. Sabía perfectamente que compatibilizar la labor de médica con el estudio, sobre todo de una carrera tan demandante como la ingeniería, era una dura tarea; aun así, la decisión no fue difícil. Había dentro de ella un motor que quizás no comprendía totalmente, un algo que la impulsaba, y la visión de las fórmulas matemáticas y el rigor tan distinto de las ciencias exactas, le atraía en su diario quehacer.

Pensó que en Latinoamérica los retos de la modernidad se topan con las limitantes sociales y económicas para con el desarrollo de las ciencias y la tecnología, razón por la cual había que poner énfasis en nuestras carencias, sobre todo en las relacionadas a los sistemas de salud. Y concluyó que la ingeniería podía ayudar en la toma de decisiones médicas de diferentes maneras; recopilando información contenida en grandes volúmenes de documentos tales como historias clínicas o exámenes físicos; organizando, analizando y sintetizando dichos datos para orientar la toma de decisiones en pos del desarrollo de la disciplina; elaborando planes de acción en función de los resultados obtenidos y del bienestar de la salud pública; y sabiendo, finalmente, por su experiencia, que la robótica apoya en labores tan complejas de la medicina como los procedimientos quirúrgicos.

Por lo mismo, nuevamente pensó que los científicos del mundo entero debían involucrarse en los problemas de salud de las poblaciones vulnerables, logrando sistemas sanitarios mejores y más equitativos. A todo esto, había que agregar el ejercicio de la educación y de las sociedades científicas, el uso del avance de la ciencia y tecnología, y la elaboración de políticas públicas, donde los gobiernos y la sociedad civil debían asumir un compromiso con la ciencia, y también los científicos debían trabajar a favor del bienestar de las sociedades.

En la medida que Milena iba tomando asignaturas y laboratorios, que hacía ejercicios matemáticos, que aprendía cosas nuevas, iba descubriendo la gran cantidad de ámbitos de la medicina en las que se podían aplicar estos nuevos conocimientos. Entonces se le abrió un mundo gigantesco que llegó a ser abrumador. No sabía por dónde partir, pero al mismo tiempo surgía una faceta que quizás no pudo ser prevista, debido a que alumnos de 18 o 19 años (muy pocas mujeres entre ellos porque no es común que estudien esta ingeniería) de todos los niveles, al saber que Milena era médica, recurrían a ella como confidente, consejera o a exponer su problema de salud. Eso significó una presencia que hacía toda la diferencia. Milena no era una alumna más, era un personaje valioso para alumnos y también para profesores y funcionarios. Se crearon lazos que perduran con el tiempo.

Lo que parecía tan difícil, con el tiempo, los lazos personales, el apoyo de profesores que veían un caso totalmente atípico, comenzó a funcionar en régimen continuo hasta el punto de pensar ¿por qué limitarse a pregrado? ¿Ser solamente una ingeniera electricista? ¿Qué había más allá? ¿Es posible hacer el magister y terminar el pregrado al mismo tiempo? Directamente, se fue a magister. La tesis de título profesional y magíster fue su primera aplicación de la ingeniería a la medicina: una solución para trasladar enfermos con movilidad reducida dentro de su vivienda.

¿Termina aquí la historia? Como dicen los estadounidenses: “the sky is the limit” (el cielo es el límite). Si hay una valla que superar no queda otro remedio que superarla y así Milena se enfrentó, una vez más, a la próxima etapa en su larga aventura con la ingeniería: el doctorado y sus cuatro años, mientras trabajaba en la consulta de un centro médico muy conocido. Su tesis de doctorado, una vez más, es la simbiosis de la medicina y la ingeniería, ahora en un tema vanguardista: la aplicación de la inteligencia artificial en la predicción de enfermedades respiratorias en una población. Hace sólo unas semanas, subió al estrado a recibir su diploma de Doctora en las Ciencias de la ingeniería con Mención Automática. Para los ingenieros, no habría otra forma de nominarla... “doctora al cuadrado”.

Mirando hacia atrás, después de todos estos años de trabajo y estudio, dos aspectos quedaron en evidencia, pues mientras el conocimiento científico se expande al surgir constantemente nuevos hallazgos, también se hace más específico producto de la división social del trabajo, lo cual se enmarca dentro de la mundialización y expansión de las tecnologías de la información, cobrando relevancia la colaboración interdisciplinaria, ya que la interdependencia es patente en la resolución de problemáticas, sobre todo en ámbito de la salud. Adoptar la interdisciplinariedad como práctica común, otorga nuevos enfoques y, por extensión, nuevas soluciones que pueden hacer del mundo un lugar más equitativo y favorable para todos.

Pero ¿cuál es el fondo? ¿Qué se quiere demostrar? ¿Se puede estudiar medicina y después ingeniería? No es exactamente el punto. El punto es que con dedicación, esfuerzo y trabajo todo se puede lograr. Y, sobre todo, trabajo y más trabajo. Hay que perseguir los sueños y esa es la forma de alcanzarlos. ¿Y hemos mencionado que Milena es mujer? Por supuesto no, ¿por qué debería mencionarse? ¿Hay alguna diferencia? Sin embargo, es importante eliminar los prejuicios y barreras culturales e institucionales que obstaculicen el acceso y desarrollo femenino en el aprendizaje y ejercicio de las ciencias. Esta historia es de una persona real, chilena, muy feliz y que ama lo que hace. Actualmente, se desempeña como gerente de innovación de una empresa que combina medicina con ingeniería. ¿Dónde más podría estar?

Descargar libro completo AQUÍ

Gloria Henríquez

Gloria-graduacion-doctorado_2
La vicepresidenta de la Especialidad Eléctrica el día de su graduación del Doctorado en Ciencias de la Ingeniería Mención en Automática.

Eduardo Costoya

Eduardo-Costoya_2
Presidente Comisión de Telecomunicaciones del Colegio de Ingenieros y co autor del capítulo sobre Gloria Henríquez en el libro Matilda 2.