Columna

Autor: Cristián Ocaña, consejero de Especialidad Computación e Informática

En julio pasado llegó un correo electrónico a mi cuenta del Colegio de Ingenieros de parte de Correos de Chile, desde la casilla sac01@correos.cl. No tuve dudas de la procedencia pues correspondía al dominio de esta empresa estatal. Habitualmente consulto este sitio Web por códigos postales y envíos. Soy un usuario frecuente que reconoce y confía en ese dominio Internet.

El mensaje venía bien escrito, formateado y con logo. Justo yo esperaba un envío, así es que el correo me hacía sentido. Se me solicitaba el pago de un derecho de aduana, lo cual era creíble. Y en general, todo estaba en regla. Hasta que veo un link en medio del mensaje que me solicitaba confirmar el envío del paquete. Me reconozco un usuario arriba del promedio, por mi formación y cuidados en la gran telaraña mundial. En segundos hice el chequeo habitual de enlaces sospechosos, ya incorporado en mi ADN, tan solo pasando el mouse sobre tal enlace. Cuando veo, abajo, a la izquierda del navegador Web, qué dirección aparecía ¡Sorpresa! Surgió ems-correos-cl.com, un sitio no seguro y sin certificado de seguridad, que no es parte de Correos de Chile.

¡Qué horror! Desconozco si hasta el momento Correos de Chile sabe que su correo electrónico sigue comprometido (hice el chequeo técnico y continua expuesto), siendo presa de hackers que usurpan su identidad para cometer actos delictuales. Eso es gravísimo.

Chile requiere urgente contar con un marco de Ciberseguridad que brinde protección a las personas y ayude a prevenir estos actos delictuales, sancione a los delincuentes, establezca las responsabilidades y compensaciones frente a estos ilícitos digitales, como también disponga de una vía ágil para que las personas canalicen rápidamente sus denuncias y se permita así una mejor coordinación, gestión y actuar de las autoridades, partes interesadas y comprometidas.